miércoles, 28 de julio de 2010

Los tígueres de mi barrio


Provengo de un barrio marginal de la parte sur de ésta ciudad de Santiago donde el índice delictivo es muy elevado. En mi comunidad son notorios los sucesos de abundantes casos de droga, gangas, riñas y hasta homicidios.

Por esta razón cuando ingresé a la universidad y nos tocaba presentarnos en el aula siempre daba la dirección de mi tío, que residía en un sitio mas distinguido, pero nunca, jamás, decía que vivía en Hato del Yaque. Y es que para mí, en aquellos años, me causaba una especie de vergüenza moral delatar mi procedencia, por lo denigrante y desacretidato que estaba mi barrio. Sin entender, en aquel momento, que decir de donde venia en vez de quitarme me sumaba a mí y a mi comunidad, porque demostraba que algo bueno sí podía salir de aquel catastrófico lugar.

A pesar de eso nunca dejé de compartir con los muchachos de mi barrio. En mi tiempo libre siempre me la pasaba jugando basketball en la cancha o con el dominó debajo de una mata o simplemente cerca de la esquina haciendo historias. Aun hoy en día, de vez en cuando, me reúno con ellos y nos ponemos a conversar de diferentes temas.

En esas charlas que tengo con los muchachos, los cuales son lavadores de carro, zoneros, vendedores di ambulantes, pero en su mayoría desempleados; siento en ellos un alto grado de desesperanza, pesimismo y frustración en los que concierne al incierto futuro económico de nuestro país. El tema principal que plantean desde el inicio de las conversaciones es que no hay dinero en las calles, se cansan de buscar trabajo y no encuentran, que la comida está cada día más cara y que para comerse una menta hay que coger un san.

¿Qué vamos ha hacer? Me preguntaban. Hay que buscar el peso donde sea y haciendo lo que sea, porque tenemos familia, y cuando un muchacho te grita por hambre hay que buscarle leche o cuando a la vieja se le acaban las pastillas de la presión o el corazón hay que comprárselas o sino se muere.

Es una situación muy difícil. En la mayoría de los casos nosotros enjuiciamos de manera implacable los actos delictivos que muchos de esos muchachos cometen, le apuntamos con el dedo y los tildamos de escoria social. Pero hay que ver la otra cara de la moneda, hay que vivir la experiencia de animal acorralado que ellos experimentan a cada momento y sentir la asfixiante situación de tener que llevar el pan nuestro de cada día y no saber donde encontrarlo porque no tiene dinero, no tiene trabajo o por que los mil pesos que recibe del plan de ayuda comunitaria al que están inscrito no le alcanzan para nada, y para el colmo, en el colmado le cerraron el crédito porque deben demasiado.

¿Qué hacer? ¿Se ha visto usted en ésta situación?

Sin embargo, debo aclarar que no estoy excusando ninguno de los actos delictivos que se cometen a diario, porque pueden que no sean los mismos casos y las mismas circunstancias descritas anteriormente, solo hablo de lo que puedo apreciar en el entorno de mi comunidad. Aunque, solo quiero poner de manifiesto la difícil situación por la que atraviesan un sin número de jóvenes de nuestro país y al no tener una visible opción incurren en hechos delictivos. Debemos aclarar que gran parte de la culpa de esos casos recae en los hombros del Estado y su estructura de política económica obsoleta, la cual no tiene la capacidad de bríndale un trabajo digno y estable al 45% de sus ciudadanos, aun teniendo la preparación y capacitación necesaria para desempeñarlo. Por lo que para ellos es más fácil encontrar culpables que buscar soluciones.




César Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario