martes, 13 de julio de 2010

Como vacas pal corral

La educación es la espina dorsal del crecimiento de los pueblos. Mientras menos conocimiento posea una nación, mas fácil es de dominar; mientras mas capacitados estén, mayor será su progreso.

No obstante, en nuestro país la taza de analfabetismo en la actualidad es menor de un 10%, es decir de cada cien personas noventa de ellos saben leer y escribir, estadísticas considerables para una nación como República Dominicana. Sin embargo, seguimos siendo un Estado empobrecido, seguimos siendo un país sub-desarrollado a miles de kilómetros de una prosperidad estable.

¿Por qué?
¿Cuál es el problema?
¿Será que nuestro sistema de educación nacional no nos ha enseñado a ser ciudadanos críticos, analíticos y reflexivos, sino vacas que son arriadas como ganado hasta el corral?

Veamos un ejemplo apreciable que se da diariamente en el salón de clases de universidades y escuelas en la asignatura de Ciencias Sociales.

El objetivo principal de un educador del área de Ciencias Sociales no solo debe de estar limitado a orientar al estudiante a la formación de valores y principios morales, sino también, tiene como papel fundamental estimular a un desarrollo cognoscitivo autónomo. Es decir, un alumno que al estudiar determinada situación política, social o económica pueda sacar sus propias conclusiones y tener un criterio personalizado de lo ocurrido.

Sin embargo, en la mayoría de los casos este proceso solo queda enmarcado en el aspecto teórico, ya que el sistema nos obliga que para nuestras opiniones estar correctas deben coincidir con la del profesor o por lo menos estar influenciadas por sus criterios, y hay de nosotros si no es así, porque entonces seriamos objeto de represalia formativa e intelectual, nos hastían y presionan hasta que debemos decirles lo que quieren escuchar, no lo que nosotros pensamos.

Es como si nos obligaran a entregarles nuestras cabezas para que sean ellos quienes piensen por nosotros, es como si hicieran que nos convirtiéramos en loros, que repiten todo lo que le susurra su amo; y es aquí, muchas veces, que el estudio de la historia pierde su valor científico, porque no permiten que demostremos, en base a la investigación, que nuestros criterios son verdaderos y sobre todo demostrables.

En base a estos razonamientos entendemos, que tal parece, que el aparato formativo de las escuelas y universidades estuviera programado para crear profesionales en masa, sin calidad alguna de reflexión e iniciativa que nos ayude a resolver nuestros graves problemas judiciales, financieros, administrativos y sociales de nuestro desordenado país.

¿Y será con este tipo de educación llegaremos a ser un país desarrollado?
Yo, particularmente, no lo creo.

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