martes, 27 de julio de 2010

Ay, ay, ay, si Duarte Viera

Juan Pablo Duarte, el Padre de la Independencia Nacional, desde el inicio de su lucha por la liberación del pueblo dominicano, que comenzó concretamente a partir de la formación de La Sociedad Secreta La Trinitaria el 16 de junio del 1838, tuvo ideales claros y precisos del modelo de nación que intentaba formar.
Vislumbraba en sus sueños un país libre y soberano, que no estuviera influenciado por ninguna potencia extranjera, luchaba por una nación donde todos tendríamos las mismas oportunidades y derechos sin importar el color de piel o estatus social que representáramos, trabajaba por la formación de un Estado donde la bandera, el escudo y los símbolos Patrios fueran amados y respetados no solamente en ideología, sino también, en hechos concretos que resaltaran la importancia representativa de cada uno de ellos.
Duarte sabía que aquella labor de crear un Estado con esos principios no sería fácil, porque la conciencia del pueblo aun no estaba madura y muchas de las figuras más influyentes de la sociedad dominicana, de aquel entonces, no creían en una independencia limpia y pura como la que abogaba él.
Sin embargo, Duarte, predicó con sus hechos que tan dispuesto estaba por llevar el proyecto de liberación nacional hasta el punto final, y una de las más notables evidencias de esa decisión la encontramos cuando él, en un gesto noble y admirable, le envía una carta desde su exilio en Venezuela a su madre y hermanos, pidiéndoles que vendieran todos los bienes pertenecientes a la familia para que éste dinero fuera usado para la causa. Éste gesto tuvo un efecto psicológico directo en muchos de los seguidores del movimiento, al ver como se desprendía de todo lo que tenía y lo ponía en plena disposición de la patria, lo que provoca que la lucha por la Independencia fuera abrazada con mas fervor hasta ser consumada el 27 de febrero del 1844.
No obstante, si analizamos el panorama en que se desenvuelve el sistema gubernamental de la República Dominicana a los 165 años de haberse realizado el sueño tan anhelado del Patricio, nos daremos cuenta que las ideologías duartianas han colapsado por completo y que no quedan ni los más remotos fundamentos de una república como la que una vez soñó.
Lamentablemente, el drama cotidiano que presenciamos en la República Dominicana es horroroso. Los que dirigen las riendas gubernamentales en nuestro país están carcomidos por la avaricia y tal parece que su sed es insaciable; se olvidan de los pobres y sus calamidades y solo piensan en llenarse los bolsillos con el dinero del pueblo. Nuestras instituciones castrenses, ´´esas que se encargan de poner el orden público´´, carecen de dignidad y moral para imponer disciplina y transparencia, ya que son ellos los que están mezclados en los principales escándalos de corrupción y narcotráfico en el país. ¿Y la justicia? Disque ciega, para aplicar la ley sin distinción, pero eso es solo para los que no tienen dinero para comprarla a ella y a sus jueces.
Clientelismo, corrupción, saqueo de los fondos públicos, una economía en declive y un país en estado de putrefacción, donde cada día que pasa la situación se pone más caótica e inaguantable.
Hay, hay, hay, si Duarte viera en qué se convertido éste paisito.


César Fernández

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